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SERVIRSE DEL NOMBRE DEL PADRE

GRISELDA KNODEL

[email protected] 1

Servirse del Nombre del Padre

Resumen

En tiempos en que algunos de los rasgos de la época postulan lo efímero, la segregación, el todo y el ya como promesa de completud; estar adolescente se vuelve algo así como caminar por la cuerda floja. Escuchar adolescentes en la práctica clínica permite ubicar algunos puntos de amarre y desamarre. En psicoanálisis, la clínica se trata de una experiencia de discurso, en la que algún sujeto pueda advenir, como efecto del análisis. El analista, sostenido en su deseo de analista, se juega a que, como dice Freud, el síntoma hable en la sesión, y por esto se trata de una escucha. Adolescentes que hablan de las marcas y el cuerpo, lo cual abre una interrogación por el lugar del Padre en la Estructura: intentaremos pensar cómo se conjugan estos elementos. El psicoanálisis nos permite abordar la adolescencia como un hecho lógico de Estructura: Segundo Despertar Sexual, en el que se conmocionan los significantes fundamentales de la constitución Psíquica ocurrida en la Infancia. Según cómo cada quien haya transitado los tiempos Constitutivos, en qué posición respecto de la Ley, el Goce y el Deseo, se ha ubicado, tendremos una posición de sujeto que transitará este tiempo adolescente.

Palabras clave Psicoanálisis; adolescencias; nombre del padre; clínica

Reseña curricular

1Licenciada en Psicopedagogía. UNCo. Psicoanalista. Pertenece a Escuela de Formación en Psicoanálisis: “Encuentros del Psicoanálisis”. Bs As. Directora de Espacio Abierto Pilar: Atención Psicoanalítica Privada. Docente y Supervisora en el Instituto de Investigaciones Grupales. CABA. Fue Miembro del Grupo psicoanalítico El (Øtro) Sur (Viedma). Integró el Proyecto de Extensión Universitaria “Niños con Lugar”. Dirección Dra. Patricia Weigandt. UNCo. Ex Miembro de “Psyche” y Directora área Sociedad de Psyche Navegante: Revista Virtual de Psicoanálisis-Cultura-Sociedad. Fue Docente (AYP3) en Psicoanálisis, Psicopatología y Clínica Psicopedagógica. CURZA. UNCo; Docente en ALEF (Asociación Latinoamericana de Estudios Freudianos) y Docente Adjunto en las Cátedras de Psicología Social y Psicología, Carrera: Relaciones Públicas. UCES (Universidad de Ciencias Empresariales y Sociales). Supervisora del Equipo de Atención a la Víctima de Violencia. Gobierno CABA. Creación y Coordinación del Servicio de Salud Mental: Programa de Acción Social Ecuménica (ASE- IERP) para la atención de familias en riesgo social. San Fernando. Bs As; En Alemania: Exposición de este Programa en distintas Instituciones del Partido de Stade. Auspició Kirchenreis Stade. Publicó en el Libro: “Desarraigos Villeros”, 2010. Compiladores Silvia Sisto y Sergio Rodríguez; en el Libro: “Los Niños nos enseñan a Psicoanalizar” Silvia Sisto. 2013. Ambos Ed. Odisea 2001; en Pagina12/ Diario To make use of the Name of the Father…

Abstract

In times when some of the typical features of the age postulate the ephemeral, the segregation, the wholeness and the alreadiness as a promise of completeness. Being adolescent becomes something like walking the tightrope. Listening to adolescents in clinical practice allows us to locate some mooring and untying points. In psychoanalysis, clinic is about an experience of discourse, in which some subject can come about, as an effect of the analysis. The analyst, sustained in his Desire of the analyst, is availed himself of the fact that, as Freud says, symptom speaks in the session, and so it is all about listening. Adolescents who speak about marks and the body, which opens an interrogation for the place of Father in the structure: we will try to think how these elements are conjugated. Psychoanalysis allows us to approach adolescence as a logical fact of Structure: Second Sexual Awakening, in which the fundamental signifiers of the psychic constitution occurring in childhood are shaken. According to how each one has passed the constitutive times, in which the position regarding to Law, Jouissance and Desire, he has located, we will determine the position of the subject that will transit this adolescent time.

Key words Psychoanalysis; adolescences; name of the father; clinic

 

Agradecimientos: A la Dra. Patricia Weigandt por la invitación a hacer transmisión del psicoanálisis.

A la Lic. Romina Arzola por las correcciones.

SERVIRSE DEL NOMBRE DEL PADRE...

En tiempos en que algunos de los rasgos de la época postulan lo efímero, lo despojado, la segregación, el todo y el ya como promesa de completud; estar adolescente se vuelve algo así como caminar por la cuerda floja. Escuchar adolescentes en la práctica clínica permite ubicar algunos puntos de amarre y desamarre de cuerdas algunas veces más flojas que otras.

En psicoanálisis, la clínica se trata de una experiencia de discurso, en la que algún sujeto pueda advenir, como efecto del análisis. En la clínica con adolescentes alguna vez se trata de jugar a ser equilibristas, aunque no es lo mismo jugar cuando hay red que cuando no la hay. El analista, sostenido en su deseo de analista, se juega a que, como dice Freud (1900), el síntoma hable en la sesión, y por esto se trata de una escucha.

Bella tiene 15 años, está sentada en la sala de espera, se acerca y pide hablar, dice “él me anotó” y señala a alguien del equipo (Se trata de una Fundación que realiza Trabajo Social en un Barrio Carenciado). “¿De qué querés hablar?” dice: “Tengo miedo, mi papá otra vez empezó a pegar, estaba borracho, me marca a palos, por eso me escapé de mi casa; me mandaron un mensajito de texto que decía que vuelva porque me iban a matar a palos.”

Carina tiene 16 años, llega sola al Centro y dice que viene “para hablar con alguien”. Cuenta: “Me escapé de mi casa, estoy re mal, no quiero volver”. Se quedó libre en la escuela, es una de nueve hijos, dos de ellos muertos. Dice “Mi papá se pone borracho y me marca a golpes, mi mamá está siempre enojada”.

Graciela tiene 14 años. Está inquieta, camina por la sala de espera, va y viene, por ahora dice que no sabe si va a entrar al consultorio. Luego de un tiempo de espera es invitada a pasar, entra y dice “Me escapé de mi mamá, está loca, me quiere pegar, grita y grita. La segunda vez que me escapé me dejó toda marcada, la tercera vez también, esta es la séptima vez”.

“Papá, nuestro baño no es un baño público” le dice Jairo, de 16 años, a su papá. Cuando viene la primera vez cuenta que está enojado porque su papá lleva amigos a su casa y se encierran en el baño a tomar. “Mi papá no me quiere, nunca se acordó de mí. Me dice que si voy a la escuela me va a regalar un celular y después se olvida”. Jairo duerme en la misma cama con su madre y su hermano de 7 años. Perdió dos hermanos, uno de 1 año, otro de 19. Al de 19 un amigo lo mató. Él no fue al entierro de sus hermanos porque su mamá no quiso que viera, y desde entonces Jairo se queda viendo fascinado los capítulos de “Casi Ángeles”, dice “Lo que más quiero es estar con ellos, tenerlos cerca”.

En los modos de decir de estos adolescentes, nos detendremos en la referencia a las marcas y el lugar del cuerpo, lo cual abre una interrogación por el lugar del Padre en la Estructura: ¿Cómo se conjugan estos elementos?

El psicoanálisis nos permite pensar la adolescencia como un hecho lógico de Estructura: Segundo Despertar Sexual, (Freud, 1905) en el que se conmocionan los significantes fundamentales de la constitución Psíquica ocurrida en la Infancia.

Culturalmente indica un tiempo entre la niñez y la adultez, entre la endogamia y la exogamia. Lejos de pensarla como etapa evolutiva del desarrollo, pensamos la adolescencia como una posición subjetiva: respuesta del Sujeto.

Decir que se trata de una segunda vuelta: supone que algo ocurrió primero; ésto primero, es El Complejo de Edipo.

Según cómo cada quien haya transitado los tiempos constitutivos, cómo se ha ido constituyendo en su relación al Otro, en qué posición respecto de la Ley, el Goce y el Deseo, se ha ubicado, tendremos una posición de sujeto que transitará este tiempo adolescente. Tiempo en que un real irrumpe, y la novedad es la genitalidad; es así que los cambios en el cuerpo que trae la pubertad interrogan al sujeto y lo ponen frente a algo nuevo, que a su vez trae algo anterior y se resignificará: ¿cómo va a responder cada sujeto? Eso dependerá, entre otras cosas, de con qué simbólico-imaginario ese sujeto cuente.

Segunda Vuelta

Los efectos de las marcas que dejará ese tránsito en la infancia, en esta segunda vuelta se mostrarán sin tardar. Winnicott (1960) dice que “es algo así como poner vino nuevo en odres viejos”. Es por esta puesta en cuestión de los significantes fundantes que el adolescente está muchas veces en esa posición de objeto, llevado de las narices por la pulsión.

Adolescere es un término latino que significaba para los romanos ir creciendo, convertirse en adulto. Décadas atrás ser adulto era un ideal: hoy la idea de ser adulto está en crisis. ¿Algo del ideal de crecer se ha trastocado? Como si habría que llegar a la adolescencia e instalarse para siempre, eternamente jóvenes y bellos. Basta con extraer segundos de publicidad mediática para leer allí un imperativo de eterna adolescencia, cirugías para borrar el paso del tiempo, dietas y fórmulas para no envejecer, mujeres y hombres adultos vistiendo ropa para adolescentes. Detener la madurez… a costa de lo que sea, y “lo que sea” son muchas veces los mismos adolescentes que se quedan sin amarre para crecer.

Un rasgo que se escucha en la clínica porta cierta ambigüedad: Por un lado, retenidos en la endogamia, -sujetos de treinta que viven como adolescentes con y de sus padres- y al mismo tiempo un empuje a realizar ¡ya! aquello para lo que aún no se ha transitado un camino.

Cuando llegan a la consulta, muchas veces recibimos adolescentes que están detenidos, confundidos, perdidos: al interrogar esta posición, encontramos que hay cierto apuro subjetivo por tener un lugar sin atravesar el tiempo de construcción de ese lugar. Un joven paciente quiere recibirse en la facultad sin estudiar para los exámenes y dice saber todo ya sin haber leído, “porque ahora no hace falta leer libros”, dice: “todo está en internet, y yo estoy todo el día conectado”. El resultado de ello es que va de una facultad a otra abandonando todo lo que empieza, sin poder instalarse en alguna carrera y transitarla hasta terminar. En las consultas aparecen a veces aplastados por la demanda de terminar cuanto antes, de arreglárselas solos antes de tiempo pero sin perder nada. Es frecuente encontrar esa posición de rechazo, no pudiendo tomar algo de las marcas del Otro que lo habitan, desestimando todo lo que le venga del Otro y por ende del otro, el semejante. De este modo el deseo propio que siempre es un enigma, y resultado de una pérdida, así no aparece. En ocasiones la respuesta del sujeto es quedarse en el abandono de algún camino saludable para la vida, tomado por la abulia, el encierro y frecuentes actings. ¿Por qué cuesta tanto al sujeto atravesar los procesos?

Servirse del Nombre del Padre

Winnicott (1969) dice:

En términos del juego de la vida se abdica en el preciso momento en el que ellos (los adolescentes) vienen a matarlo a uno, ¿alguien se siente feliz con ello? Sin duda que no el adolescente. La inmadurez es un elemento esencial de la salud en la adolescencia, si los adultos abdican, el adolescente se convierte en un adulto de manera prematura y por un proceso falso. Por el bien de los adolescentes y su madurez no les permitan adelantarse y llegar a una falsa madurez.

Este texto trae algo que encontramos en la clínica. En entrevistas con padres que consultan por un hijo adolescente, en reiteradas ocasiones relatan las dificultades para escuchar, soportar, acompañar al hijo y sostener ese lugar de Padre.

Lacan (1957-1958) dice:

¿Qué es el Padre? Toda la cuestión es saber que es en el Complejo de Edipo, ahí el padre no es un objeto real aunque deba intervenir como objeto real para dar cuerpo a la castración. No es tampoco únicamente un objeto ideal, es el Padre Simbólico...es una metáfora, esto quiere decir que es un significante que sustituye a otro significante: el significante materno.

Nos interesa el Padre en su más allá del Padre; o sea su función, la de entrar en juego como portador de la Ley; Ley de prohibición del incesto.

¿Qué ocurre cuando encontramos Padres no dispuestos a sostener algo de ese lugar Otro, que Lacan Llama El nombre del Padre?

Jairo se encuentra entre una Madre que lo mete en su cama y un Padre que lo olvida.

¿Qué consecuencias recaen sobre él?: está detenido en su vida, no quiere ir a la escuela, no estudia, nada le gusta, no quiere hacer nada, solo ver los videos de “casi ángeles”.

Lo que no ha sido simbolizado de la muerte de sus hermanos, ¿retorna en otro registro, capturando al sujeto que queda detenido, sólo viendo? Queda esperando encontrar allí algo que lo calme y le otorgue algún relato, al hecho traumático de la muerte de dos hermanos.

En las viñetas clínicas, los adolescentes dicen de su relación al orden simbólico: interpelan ese Lugar. ¿Qué ha sucedido a nivel del Nombre del Padre allí? Ese Otro que represente La ley ¿ha operado en el nivel Simbólico?, ¿O ha quedado encarnando la ley al modo del Padre terrible?

La diferencia la formalizó Lacan, en su retorno a Freud, conceptualizando distintas versiones del Padre. El padre en lo simbólico, es el que representa la ley, porque la ley también lo incluye y corre para él. El padre en lo real, es el padre de los excesos, que encarna la ley a su capricho, es la ley, no la representa. Y el padre en lo Imaginario.

Se escapan, son marcados a golpes, ¿Cuántas veces hay que escaparse para que las marcas marquen? Lo que no ha hecho marca simbólica en el sujeto, retorna en el cuerpo adolescente como una “marca” producida por el golpe.

Cuando el cuerpo queda tan tomado, podemos preguntarnos si el lugar del padre simbólico, encarnado por alguien que haga cumplir esta ley (padre, madre, tío, abuela, profesor, cura, etc.) no ha operado, y en su lugar un padre en lo real pega.

Un padre en lo simbólico es el que se deja atravesar y no se corre de su función. Acompañar el crecimiento, tocará algo de no desistir del lugar simbólico, al cual el adolescente tiene que poder atravesar, oponerse, interpelar, barrándolo, para que algo caiga y allí advenga el deseo.

En la transmisión de una generación a otra, ¿qué se transmite?

Freud (1913-1914) citando a Goethe dice: “Lo que has heredado de tus padres adquiérelo para poseerlo”. Lacan (1957-1958) agrega: “El nombre del Padre hay que tenerlo, pero también hay que saber servirse de él.”

Servirse del nombre del padre tiene que ver, entre otras cosas, con poder apropiarse de las marcas identificatorias, aquellas que dan la posibilidad de hacer otra cosa en la vida. ¿Qué se quiere decir con hacer otra cosa? Se tratará de contar con la posibilidad de sustitución metafórica, que es dada por el Orden Simbólico. Servirse de las insignias para poder crear lo propio. Hacer algo propio con las marcas heredadas.

Los relatos expuestos traen una pregunta por las marcas: ¿De qué marcas se trata?

Se marca en el cuerpo aquello que no pudo hacer marca en el registro simbólico. Aquello que no fue donado por la palabra, por el sostén, por la falta en el Otro, retorna en golpe. Se trata de fallas en la transmisión de una ley.

Quién no ha sido inscripto en la historia de sus orígenes, en lo que lo precede, no se arma una pertenencia, y para crear lo propio algún relato se tiene que armar. A veces esto no se puede construir, no hay relato y se presenta en actings, en el registro de lo real, como algo que no se inscribió y busca por otros medios inscribirse.

¿Cómo identificamos en la escucha clínica ésta dificultad de orden simbólico? Por sus efectos, en el discurso del sujeto, desde un inconsciente estructurado como un lenguaje, el sujeto habla y dice de su estructura.

Estructura que se constituye desde la primera marca: la primera identificación a un rasgo que es del orden simbólico, dice Lacan (1961-1962). A un rasgo, que es único y viene del Nombre del Padre, porque para Lacan antes del Edipo está el Padre.

Se trata de una primera identificación a algo que faltará siempre. Hay en el origen una falta que es la que da lugar a la estructura del sujeto, a la constitución subjetiva.

Luego en la primera infancia, atravesados los tiempos del Edipo, y a la salida de éste, se espera que el sujeto pueda hacer uso de lo heredado, portando las insignias del ideal, para ir más allá.

Si en los momentos constitutivos, algo de esto no se produce, por importantes fallas en lo Simbólico, si esta primera marca, esa primera entrada del Nombre del Padre no ocurrió, nos encontraremos con las dificultades en la Estructura Subjetiva. Será otro modo de habitar el lenguaje y el cuerpo, en la infancia y en la adolescencia.

La insuficiencia simbólica de las marcas en la estructura de sujeto, no logran incorporar rasgos de donación que podrían dibujar el cuerpo de un adolescente. Queda desdibujado, sin límites, como si costara armarse un continente, en un cuerpo como

desconocido, el sujeto se desconoce. Allí donde la pulsión quiere todo y ya el sujeto queda arrasado por lo peor, lo más mortífero de la pulsión: mirar, comer, pegar, darse sin parar. Hay distintas formas de quedar arrasado por la pulsión.

Freud (1917) descubrió que hay un modo sufriente de satisfacer la pulsión. El cuerpo goza y a veces con un costo muy alto para el sujeto: ya que los golpes, entre otros modos de tocar el cuerpo, responden a una satisfacción pulsional, a un deseo incestuoso inconsciente. El gran descubrimiento freudiano fue que la sexualidad es infantil y que el deseo es incestuoso. La fuente de las fantasías sexuales infantiles está en las pulsiones: son fantasías primordiales y buscan satisfacerse. El Nombre del Padre vendría a ordenar eso. Y entonces el síntoma como formación del inconsciente viene a decir que lo infantil incestuoso reprimido quiere realizarse pero no puede, tiene el camino coartado, pero insiste, entonces busca otros medios para realizarse: uno de ellos es el síntoma. Es por el síntoma que sabemos que hay deseo.

Por ello escuchamos el síntoma en la cura y buscamos que el sujeto lo despliegue, no lo callamos ni tratamos de que “se le pase”. Porque a veces lo mejor que puede pasarle a un sujeto es hacer síntomas. Tal vez para que la palabra cobre otro estatuto y detenga ese modo compulsivo, colocando un tope al modo sufriente.

En el trabajo analítico, en el hecho creativo, en el trabajo en sí de un sujeto, de lo que se trata es de bordear la pulsión. Hay un camino de rodeo, que no se agota en el objeto, porque no hay un objeto para el sujeto.

¿Qué se quiere decir con esto?: que no hay un objeto que satisfaga al sujeto, no hay complemento, ni completud en lo que los humanos podamos hacer o decir. Es en el recorrido, en el ir haciendo, que la pulsión se satisface. Es decir que se trata de la castración, en tanto que nos rige la lógica del no todo. Sólo desde ésta lógica es posible abordar la clínica.

La posición del analista en ocasiones toca el estar dispuestos a ser atravesados por las embestidas del adolescente, y es también tener que vérnosla con distintos modos de maniobrar en la transferencia.

¿El deseo de analista es de algún modo un hacer con la propia castración? En esa soledad estructural se juega la posibilidad de conducir un análisis.

Referencia:

Freud, S. (1900/2010). La Interpretación de los Sueños. Obras Completas. (Vol.V). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1912/ 1993) Tótem y tabú. Obras completas (Vol. XIII), pp 1-163. Buenos Aires.Amorrortu.

Freud, S. (1905/2013). Tres Ensayos para una Teoría Sexual. Obras Completas. (Vol.VII) Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1916-17/ 2011) Conferencias de Introducción al Psicoanálisis. Obras Completas. (Vol.XVI) Buenos Aires: Amorrortu.

Lacan, J. (1957/2013). El seminario de Jacques Lacan, Libro 5 Las formaciones del Inconsciente. Buenos Aires: Paidós.

Lacan, J. (1961/2007). El seminario de Jacques Lacan. Libro 9. La identificación. Inédito.Buenos Aires: E.F.B.A.

Winnicott, D. (1960) La adolescencia. Recuperado de: http://www.psicoanalisis.org/winnicott/ladolcia.htm

Winnicott, D. (1960) Muerte y asesinato en el proceso adolescente. Recuperado de: http://www.buenastareas.com/ensayos/Muerte-y-Asesinato-En-El-Proceso/4688790.html