RESEÑA

Añón, V., Sancholuz, C., y Henao-Jaramillo, S. (Comps.) Tropos, tópicos y cartografías: Figuras del espacio en la literatura latinoamericana. La Plata: Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, 2017, 294 pp. Recuperado de http://libros.fahce.unlp.edu.ar/index.php/libros/catalog/book/89

Adriana Goicochea
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CURZA - Universidad Nacional del Comahue. Argentina

Recibido: 21|03|2018
Aceptado: 28|03|2018

 

Los investigadores han reunido en Tropos, tópicos y cartografías: figuras del espacio en la literatura latinoamericana un conjunto de ensayos sobre distintos aspectos y momentos de la literatura latinoamericana vinculados entre sí a partir de la noción de espacio y su representación la que, como queda demostrado por el extenso corpus abordado, se concreta en importantes y diversas producciones literarias y discursivas a lo largo de la historia cultural del continente.

El libro da cuenta de los resultados alcanzados a lo largo de una investigación desarrollada por un equipo, conformado por jóvenes investigadores, becarios y tesistas, en el marco del Programa Nacional de Incentivos de la Universidad Nacional de La Plata.

El primer apartado de este volumen está dedicado a las tramas discursivas del espacio en la literatura colonial. El capítulo inicial, a cargo de Valeria Añón, se detiene en el particular entramado y representación de la ciudad en las crónicas mestizas, a las que aborda desde una perspectiva comparativa y en relación con sus tramas y configuraciones identitarias. Antes propone una puesta al día del estado actual de los estudios coloniales, especialmente desde las contribuciones teóricas y críticas situadas en América Latina, presentado una extensa bibliografía rigurosamente ordenada en sus líneas de pensamiento y debate. La autora reconoce que “Esta rápida enumeración […] nos coloca ante un estado del campo en el cual la noción de espacialidad y, en particular, la pregunta por la ciudad funcionan como ejes organizadores del corpus cronístico, a partir de los cruces entre textos canónicos y crónicas periféricas.” (20) Asimismo, explica que a partir de estas “genealogías entrecruzadas” pueden trazarse tres dimensiones para comprender la forma en que el “giro espacial” impacta en los estudios coloniales: la representación discursiva de la naturaleza; las inscripciones textuales de la ciudad y el “giro” cartográfico. Éstas se articulan en una compleja trama a partir de las nociones de imperio, colonialidad y geopolítica del conocimiento y agrega que aún queda mucho por hacer en relación con las crónicas mestizas. Al respecto sostiene que en ellas la metáfora funciona como mecanismo narrativo primordial y que es su doble dimensión entre lo presente y lo ausente, sumado al vínculo por analogía, lo que cimenta las elusivas referencias a la naturaleza en tanto espacio que acoge a una ciudad definida, también, a partir del nombre y de la memoria. En cuanto a la ciudad, su tesis es que, a diferencia de lo que ocurre con las crónicas de tradición occidental, en las crónicas mestizas el espacio no adquiere un peso descriptivo-inventarial sino, por el contrario, un funcionamiento dinámico, mítico-identitario. También es a partir de estas ciudades enfrentadas, enemigas, que se articula la polémica textual. Para demostrarlo analiza la trama discursiva-escrituraria de las crónicas mestizas, en especial en el Libro XII de Sahagún y en la historia de Fernando de Alva Ixtlilxóchitl, entre otros.

Por su parte Facundo Ruiz realiza una lectura renovadora de un texto testimonial del México colonial como lo es Alboroto y motín de los indios de México de Carlos de Sigüenza y Góngora. Expone que esta obra es, antes que un anacronismo de género o una anticipación histórica, una condición de pasaje para la configuración textual y la figuración del letrado-escritor en la literatura latinoamericana, a la que considera circunscripta a la relación con el espacio público. Se detiene en primera instancia en la noción de vínculo a la que define como el modo en que un texto y un autor quedan articulados como obra-y-vida en y por la intervención literaria del espacio público. Luego, analiza y cuestiona el problema del archivo en los estudios literarios de América Latina. Focaliza particularmente la posición de González Echevarría y se inclina por la defensa de una noción histórica de archivo -sobre la que reflexiona Rufer- porque según entiende se muestra más efectiva. Coindice con Añón y con S. Zanetti al considerar que estos “usos” del archivo no deberían implicar el abandono de lo estético, sino habilitar una vuelta sobre los orígenes tanto temporales como espaciales de lo literario. En consecuencia sugiere que esos usos deberían impulsar una noción de archivo que permita acercarse al “hecho estético” como “relación estética” y no como “objeto estético”. Finalmente afirma y demuestra que lo que caracteriza la literatura de Sigüenza es justamente su vínculo radical y efímero con el presente, un presente definido por el espacio antes que por su tiempo. Es éste, en definitiva, un claro ejemplo de que en el espacio del público es donde un hecho estético deviene relación estética.

Un aspecto relevante de esta publicación de halla en la intención de los investigadores de homenajear a su “maestra de Literatura Latinoamericana, Susana Zanetti”, publicando un ensayo de su autoría, centrado en la figura espacial del desplazamiento en la lírica de Sor Juana. Es así como este apartado se cierra con su contribución titulada “Óyeme con los ojos”. Desplazamientos en la poesía de sor Juana Inés de la Cruz, en la que analizan las tensiones y confluencias que configuran los estrechos lazos entre los distintos temas y géneros poéticos elegidos por sor Juana. Descubre en ellas “una poética de la mirada, de la mirada barroca, subjetiva, individual, volcada en los laberintos y las infractuosidades de la escritura.” (51) Se detiene en el análisis de la conjunción de los retratos y la poesía amorosa para comprobar que “ambas coinciden en hacer de la escena de escritura el centro del poema, una escritura […] mediadora casi siempre, de la mirada o de la voz.” (51) Este ensayo ofrece claros y abundantes ejemplos de “ cómo la mirada posibilita la variedad con que el sujeto fabula los vericuetos de la pasión, desplazándose por las tradiciones del amor cortés o de la petrarquista, con fuertes vínculos con las concepciones neoplatónicas, más cerca o más lejos de las transformaciones barrocas que tensionan la herencia renacentista” (59) Sin embargo, la autora no solo reconoce que los textos poéticos de sor Juana ponen en primer plano, o como trasfondo, la escritura del poema, íntimamente ligada con la mirada, y siempre acentuando la soledad tanto como la búsqueda del diálogo, sino que además analiza exhaustivamente cómo esos movimientos resultan exacerbados al amparo de la retórica barroca. Difícil es dar cuenta de la calidad de la escritura que la investigadora presenta en este ensayo, no solo por la agudeza de su análisis sino también por la precisión y calidez de su lenguaje.

El segundo apartado lleva por título una expresión explicita de la temática y del corpus que aborda: “De las ficciones esclavistas al cosmopolitismo modernista: figuraciones del espacio local y trasnacional hacia el fin de siglo XIX”.

El primer capítulo pertenece a un especialista invitado Javier Planas quien ofrece un riguroso análisis de caso, situado en el Noroeste argentino, hacia 1870, para analizar el impacto cultural de una institución cómo la biblioteca popular, en el espacio simbólico de la lectura y la construcción de lectorados en la Argentina del siglo XIX. Entre otros aspectos el valor de su ensayo está centrado en que aporta una novedosa perspectiva, pues analiza el caso a partir de la biografía y de las cartas de José María Navarrete, quien, según Planas “Es un lector apasionado, romántico. Su historia es un poco la historia de muchas de las bibliotecas populares que se organizaron por aquel entonces en Argentina”. (68) El investigador es consciente de la importancia que tiene el recorte biográfico de este lector, ya que, como él mismo expresa, pone en evidencia “una encrucijada formada por las políticas de lectura -que la bibliografía académica ha mantenido demasiado tiempo asociada a la historia del aparato educativo y al dispositivo escolar- y la historia de aquellos que hicieron uso de esas medidas para emplazar lugares y espacios para la literatura. (68) Con estas consideraciones Planas relata el proceso de constitución de la biblioteca popular de Olta, el desafío de su organización física y técnica así como la tarea de enseñarles a sus lectores a utilizar las instalaciones y los libros, y sobre todo a comprender esas normas rutinarias, porque “[e]n ello va la formación del lugar y del espacio para la literatura que propusieron las bibliotecas populares. A partir de allí comienzan otras historias de la lectura.” (85)

Julieta Novau es la autora del segundo capítulo y se detiene en un espacio y momento particular de América Latina, Brasil, segunda mitad del siglo XIX, para indagar cómo en la narrativa de José de Alencar se representa el mundo de la esclavitud. Su trabajo subraya algunas estrategias retóricas, utilizadas por el autor en su obra, que demarcan espacios con valencias antitéticas. También reflexiona sobre el modo en que la perspectiva alencariana escenifica la emergente y conflictiva conformación de la identidad nacional en Brasil en el siglo XIX, a la que describe como tensionada entre la devaluación de los esclavos africanos y la exaltación del trópico en su majestuosidad. Sostiene que mediante la postura conservadora que pauta tanto su carrera política como su escritura, Alencar en sus obras mantiene la visión hegemónica sobre el mundo negro, según la estética del romanticismo. Coincide con los investigadores que destacan la escasa relevancia otorgada por los letrados del siglo XIX al “problema negro” dentro del proyecto estético-político del romanticismo, cuestión que, según Novau, se advierte al considerar la producción narrativa de Alencar orientada a exaltar el indianismo como fundamento auténtico de la identidad nacional brasileña. Su análisis contempla aspectos temáticos y culturales, los personajes y sus voces, los puntos de vista del narrador y los elementos retóricos. Todo ello adquiere sentido pleno en una contundente afirmación: “Alencar omite ficcionalizar aspectos del trabajo forzado en la plantación porque mantiene la idea de un “paternalismo benevolente” que pauta los vínculos cotidianos entre amos y esclavos. Así, permanecen simbólicamente “contenidas” (y controladas discursivamente desde un enfoque hegemónico) las “zonas oscuras” de la esclavitud africana en el productivo trópico brasileño.” (113)

En el último capítulo de este apartado, Rodrigo Caresani, revisa las propuestas críticas como la que ofrecen los estudios transatlánticos y la literatura mundial, para plantear, por un lado, que el objeto privilegiado de su análisis nace de la asimilación del poeta Rubén Darío y su praxis en esa instancia que David Viñas en los sesenta conceptualizaba como “gentleman escritor” y se propone discutir la viabilidad de la noción de “traductor letrado”. Por otro lado, desde el impacto de lo que Julio Ramos ha dado en llamar “la fragmentación de la república de las letras” pone al descubierto la potente polémica de esta faceta del modernismo sobre la base de una reconstrucción de las tensiones entre dos programas contemporáneos y divergentes para la traducción en el fin de siglo, el de Bartolomé Mitre (1821-1906) y el de Rubén Darío (1867-1916). Este conflicto de legitimidades considerado bajo las categorías de “navegación de biblioteca” y “cosmopolitismo del pobre”, le permite describir las operaciones de apropiación que Darío instaló en Los raros y que, según afirma y demuestra el investigador, se proyectan a otros sectores de su escritura viajera. Sostiene Caresani que “Entre la Isla y Cosmópolis, entre lo local y lo universal, la autoctonía y la extranjería, Darío construye una tercera instancia -la del “pobre cosmopolita”, por decirlo con Santiago- que en sus formulaciones más acabadas llega a asumir la forma de una paradoja” (139).

Finalmente el libro se cierra con un apartado cuyo título anticipa que recorre autores y autoras latinoamericanas contemporáneos: “Geografías dislocadas: tramas simbólicas del espacio en la poesía y la narrativa de los siglos XX y XXI”. Así, el trabajo de Carolina Sancholuz, “El llano en llamas: hacia una “poética del espacio” en los cuentos de Juan Rulfo”, se propone leer la “poética del espacio” en esta obra, precisamente a partir del poema llamado “¿Qué tierra es ésta?”. Es un homenaje a Juan Rulfo que José Emilio Pacheco escribiera hacia 1980, en el marco del Homenaje Nacional que se le hizo al consagrado escritor y fotógrafo en el Palacio de Bellas Artes de México, donde se expusieron las fotografías tomadas por el propio Rulfo entre los años 1940 y 1955. Pacheco elige fragmentos del relato “Nos han dado la tierra” para componer con sus palabras, tal como lo afirma el subtítulo a modo de epígrafe, un poema de intensa condensación lírica, que elude los coloquialismos o las voces regionales que caracterizan la escritura de Rulfo, pero que a su vez, según sostiene la investigadora “vuelve visible de manera contundente cómo la prosa de Rulfo se impregna de un peculiar registro lírico.” (155) Este enunciado se halla exhaustivamente desarrollado mediante un análisis de la narrativa rulfiana que recurre a categorías teóricas iluminadoras como la de “entonación” (Monteleone) Asimismo, la noción de “poética del espacio” de Gastón Bachelar resulta un punto de partida para observar que la figuración de los espacios en El llano en llamas cobra un espesor significativo. Luego, se presenta un registro de algunas operaciones del sujeto de la escritura para concluir que “al mismo tiempo que deja a los personajes narrarse, da a ese mundo al que pertenece la veladura de la palabra poética.” (165) Según Sancholuz, en Rulfo y en Pacheco la violencia ineludiblemente se anuda a la poesía, “ambos autores no eluden, sin embargo, el profundo dolor que atraviesa la historia mexicana y latinoamericana” (13) Este ensayo dialoga con la propuesta de Rosario Pascual Battista quien ahonda en los primeros libros de poesía del gran poeta mexicano José Emilio Pacheco. Pascual Battista analiza los textos de Pacheco con la hipótesis de que es en la tensión entre lo poético y la destrucción donde se encuentra la clave para profundizar las configuraciones del espacio en los textos pachequianos. Otro aporte significativo de la investigadora es que reconoce el enlace de sus creaciones poéticas con la tradición literaria, lo que le permite concluir que “La preocupación y la reflexión de José Emilio Pacheco sobre la destrucción, así, se sostienen en un ejercicio estético serio y riguroso que pone en escena el reordenamiento de linajes culturales y literarios disímiles, donde el lector se reconoce en esa tarea porque reconstruye, mediante la lectura atenta, el nuevo recorrido propuesto por nuestro escritor.” (197)

Por su parte, Simón Henao-Jaramillo, valiéndose de las diversas significaciones del concepto de comunidad, indaga en la obra de Tomás González. Sostiene que “Si bien la más representativa narrativa colombiana de fin de siglo XX y comienzos del XXI, como la producida por Tomás González, R.H. Moreno Durán, Fernando Cruz Kronfly, Ramón Illán Bacca, Rodrigo Parra Sandoval, Roberto Burgos Cantor, entre otros, no abordan directa y explícitamente el tema de la violencia, no conforman una narrativa de la violencia. Al insertarse en el contexto histórico, político, social y cultural del fin de siglo, regido por el fraccionamiento y la deslegitimidad, proyectan, en el lenguaje los eventos históricos ficcionalizándolos […] se hace visible también un tipo de subjetividad que ha sido caracterizada como desencantada…” (211) El investigador concluye afirmando que “la narrativa colombiana de fin de siglo, al igual que la producción de diferentes intelectuales de la época, se sitúa en una posición crítica frente a la cultura dominante y una búsqueda de transformación de la percepción del país a partir de la propuesta de visiones alternativas de la historia y de las estructuras sociales y económicas, así como la posibilidad y la necesidad de ofrecer un discurso alternativo al tradicional.” (211) Consecuentemente, el análisis de la obra de Tomás González le permite ilustrar de qué manera el carácter violento de la historia colombiana y de la consolidación de las identidades nacionales ha determinado la figuración melancólica de la comunidad.

Por último, y cerrando el apartado, en “Lo que el ojo no alcanza a abarcar: mirada paisajística en Primitive Offensive de Dionne Brand” Azucena Galettini aborda la poesía de Brand, reconocida poeta caribeña y canadiense, focalizando el trabajo con el fragmento en relación con el paisaje, “la construcción de la mirada poética de Brand […] para poner en entredicho la posibilidad de cualquier totalización, como la que los mapas esconden.”(238) Analiza el sujeto lírico en Primitive Offensive y concluye que éste “renuncia a apresar con la mirada, pues renuncia a cualquier distancia, fundiéndose con lo que ve o desfragmentándolo microscópicamente […] su sujeto lírico desarticula ambas posibilidades haciendo de su mirada un arma que le devuelve al lector, ese otro que se sitúa frente al poema como ante un objeto a ser visto” (286) La presentación de Carolina Sancholuz le hace justicia a este artículo y a su autora cuando afirma que “Azucena Galettini interpela y nos interpela como lectores a repensar el mapa literario de nuestra América Latina” (13)

Sin dudas, el mapa que ha trazado la investigación y la agudeza crítica de los ensayos aquí reunidos cumplen con la pretensión de este libro que es la de contribuir a reflexionar sobre cuestiones esenciales para los estudios literarios y culturales, cuestiones que configuran el imaginario contemporáneo así como un campo semántico de significaciones.