ARTÍCULO
Corrientes y nucleamientos del sindicalismo opositor no peronista. Argentina, 1970-1973
Darío Dawyd
[email protected]
Centro de Estudios e Investigaciones Laboral (CEIL) - CONICET; Universidad Nacional de La Matanza. Argentina
Recibido: 30|04|14
Aceptado: 25|02|15
Resumen
En el presente artículo analizamos la emergencia de nuevas identidades político-sindicales y su búsqueda de nuevas formas de organización en el período final de la dictadura de la “Revolución Argentina”. Para ello realizamos una reconstrucción de las diferentes estrategias del sindicalismo opositor no peronista, desde el declive de la CGT de los Argentinos al regreso de Perón (1970-1973). El trabajo empírico será analizado en el marco de la pregunta por la relación entre instituciones e identidades políticas, los sindicatos y nucleamientos, con las identidades del campo obrero y popular.
Palabras clave: Nuevo sindicalismo; Combativos; Identidades; Instituciones; Organizaciones.
Identities and organizations of no-peronist fighting trade unions. Argentina, 1970-1973
Abstract
In the present paper we analyze the new political-union identities, and the search of new forms of organization, in the final period of the dictatorship called “Revolución Argentina”. To do so we reconstruct the different strategies of no-peronist fighting trade unions, between 1970 and 1973, and we analyze this empirical work in the frame of the question about the relationship between institutions and political identities.
Key words: New unionism; Fighting trade unions; Identities; Institutions; Organizations.
INTRODUCCIÓN
En el año 1957, tras el fallido congreso normalizador de la CGT, se formaron las 62 Organizaciones (Las 62) y los 32 Gremios Democráticos (los 32). Este último se convirtió en el primer y más tradicional nucleamiento no peronista. Sin embargo, con el correr de los años comenzó a perder sindicatos, que se pasaron a posiciones “independientes”, menos acérrimamente antiperonistas. Una década después, Los 32 solo estaba integrado por el sindicato de empleados de aduana; durante toda la década de 1960 se había pronunciado (a través de su boletín y declaraciones), contra la CGT y el peronismo como un todo, especialmente contra la “partidización” de la central sindical, la mera existencia de una central única, y la ley de asociaciones profesionales. En la misma sintonía lo había hecho la FORA, la histórica central anarquista, también en un largo proceso de licuación, terminado en octubre de 1970 cuando al único sindicato que la integraba (Sociedad de Resistencia de Plomeros, Cloaquistas, Hidráulicos y Anexos) le fue retirada la personería gremial, por estar falto de representatividad. Desde fines de los años sesentas, y más en la década siguiente, esos tradicionales nucleamientos no peronistas fueron eclipsados por diversas expresiones gremiales, que se enmarcaron en lo que se llamó “nuevo sindicalismo”1. Estas nuevas experiencias formaron parte de la CGT de los Argentinos, entre 1968 y 1970, y después se dividieron en diferentes sectores, que siguieron en el marco combativo, pero separadamente. En el presente trabajo buscaremos analizar aquellas expresiones no peronistas que formaron parte de la CGTA, así como las nuevas expresiones del sindicalismo opositor, entre el eclipse de la CGTA (1970) y el final de la dictadura de la Revolución Argentina (1973)2.
Los actores del artículo son los nucleamientos sindicales opositores no peronistas. Para aclarar esta definición, podemos decir, en primer lugar, que dentro del bloque no peronista incluimos al Movimiento Nacional Intersindical (MNI), las experiencias clasistas y las regionales de la CGT del interior del país (de integrantes plurales, irreductibles a una sola corriente político-sindical), todos nucleamientos que buscaron articular una opción sindical por fuera de la CGT. En segundo lugar, al hablar de opositores queremos dar cuenta de las experiencias del “nuevo sindicalismo” de fines de los sesenta y comienzos de los setentas, todas las alternativas que se enfrentaron a un sindicalismo que concebían como “oficial”, encarnado en la CGT (Dawyd 2014). Finalmente, con nucleamientos sindicales nos referimos a los agrupamientos entre sindicatos (de primer y segundo grado) de la misma corriente o tendencia sindical; esta mirada centrada en los nucleamientos nos ayuda a evitar el recorte temporal desde el Cordobazo (mayo de 1969), en tanto entre 1969 y 1970 las diferentes estrategias opositoras no habían terminado de eclosionar, y sus más representativas (encabezadas por Ongaro y Tosco) estaban en el proceso de revitalizar a la CGTA (Dawyd 2011).
El período elegido se debe a que a mediados de 1970 cristalizaron las diferencias dentro de la CGTA, así como porque de aquella fecha fue la normalización de la CGT Azopardo, cuya secretaría general encabezó José I. Rucci, contra quien se expresarían todos los sectores combativos, peronistas o no3. También en aquél año puede cifrarse la consolidación de un contexto marcado por el creciente auge de la violencia política popular, el fin del gobierno de Onganía y el comienzo de Levingston, y la conformación de encuentros partidarios por la salida política. El artículo cierra en 1973, con el fin de la dictadura de Lanusse. Precisamente la presidencia de aquél nos permite establecer un subperíodo (1971-1973), en tanto al lanzar finalmente la salida política conocida como Gran Acuerdo Nacional (GAN), en el campo sindical se dio una transformación de la protesta obrera, porque el GAN produjo una reabsorción de la crisis social por parte de actores políticos del campo opositor al gobierno (Gordillo 2003), y los debates por la salida política y la vuelta de Perón marcaron a todos los nucleamientos sindicales.
Con el presente trabajo buscamos realizar una serie de aportes tanto respecto de la reconstrucción de las diversas experiencias del sindicalismo opositor no peronista, y la comprensión de las mismas en relación a sus antecedentes y su enfrentamiento con el sindicalismo encarnado en la CGT dirigida por Rucci, dentro del contexto político de hostilidad militar y desarrollo de la salida política. Los resultados de esta investigación empírica serán interpretados en el marco de la pregunta por la relación entre instituciones (nucleamientos) e identidades políticas (tendencias del campo obrero y popular). Para la realización del trabajo, además de la bibliografía sobre sindicalismo y política de los primeros años setenta, fueron relevadas varias fuentes periódicas, como el boletín de Documentación e Información Laboral (DIL), La Razón, La Opinión, Crónica, Clarín y La Nación.
MOVIMIENTO NACIONAL INTERSINDICAL
Para los sectores combativos del sindicalismo, el año entero posterior al Cordobazo significó masivas intervenciones, persecuciones y detenciones. A la salida de aquellas y en el marco de las normalizaciones sindicales, los sectores más importantes que aún mantenían a la CGT de los Argentinos buscaron revitalizar la central. Había dos estrategias principales, una encabezada por Raimundo Ongaro y otra por Agustín Tosco Para ello organizaron una reunión en Córdoba, para el 31 de enero de 1970, entre todos los adherentes al Programa del 1º de mayo de la CGTA. La reorganización de la central combativa estaba en debate, entre quienes proponían hacerlo en el marco del Peronismo Revolucionario y quienes lo pretendían sin influencias políticas (Dawyd, 2011).
La reunión programada para Córdoba no pudo realizarse. Además de que fue reprimida por la policía provincial, las diferencias entre los sectores peronistas y no peronistas frustró la reunión, que sólo produjo una declaración pública. Semanas después se realizó un encuentro en Paraná, a comienzos de marzo de 1970, con la presencia de Ongaro, Di Pascuale, Tosco y representaciones de la CGTA de todo el país; aprobaron un paro activo para el mes de marzo y una serie de acciones en búsqueda de la revitalización de la CGTA; estas, sin embargo, no evitaron que se comenzaran a transitar caminos separados. Los sectores peronistas liderados por Ongaro y Di Pascuale realizaron meses después el Congreso de los Compañeros (julio de 1970), donde resolvieron la peronización revolucionaria de la central y la organización celular en barrios y fábricas (Dawyd 2014)4. Poco después, los sectores no peronistas que quedaron fuera de la CGTA formaron el Movimiento Nacional Intersindical.
Apenas unos meses después del Congreso de los Compañeros de la CGTA se reunió una “Comisión Organizadora del Plenario Sindical Nacional”, en septiembre de 1970. Entre sus integrantes estaban Agustín Tosco por los Gremios Independientes de Córdoba, Sacierán por la Capital Federal, Antonio Scipione por el Movimiento Nacional de Trabajadores Radicales (fundado pocos meses antes), Santiago Alzaá de Avanzada Sindical, Alfredo Lettis por el sindicato de Marina Mercante, Alberto Cortés del MUCS y Román Alterman por publicidad5. Así, este nucleamiento se conformaría por los sectores no peronistas que formaron parte de la CGTA6. Convocaron a formar un “amplio movimiento sindical” en torno del Programa del 1º de mayo y del documento de la Reunión Sindical del 31 de enero de 1970; las demandas fundantes eran la primacía de la voluntad soberana del pueblo, contra la domesticación sindical, y por la continuidad de la lucha. Sus integrantes eran radicales y de diversas tendencias de izquierda. En pos de ello invitaron a las agrupaciones afines a una segunda reunión, el 3 y 4 de octubre7. En aquella reunión, con la presencia de 53 delegados de 4 sindicatos y 310 delegados de agrupaciones de base por Capital Federal, 47 delegados de 32 sindicatos y 92 delegados de 58 organizaciones por las provincias de Bs As, y otras del interior, emitieron una declaración contra la CGT y en pos de paros activos8. En este sentido se pronunciaron también cuando en la adhesión al paro dispuesto por la CGT, buscaron que los sindicatos adherentes al MNI llevaran a cabo un paro activo, a diferencia de la pasividad endilgada a la CGT nacional.
Sobre el final de 1970 el MNI podía cifrar esperanzas en el crecimiento del sector, en tanto adherían al mismo diferentes federaciones, asociaciones, sindicatos, regionales de la CGT, coordinadoras zonales, nucleamientos, agrupaciones gremiales, comisiones internas y organismos de base, y continuaban su llamado a la construcción de un nucleamiento que no sea “un nuevo cuerpo institucional del movimiento obrero argentino”, y que luche contra la dictadura y su plan económico, así como contra el participacionismo de la CGT9.
Esta posición fue ratificada en el tercer plenario del MNI, el 30 de enero de 1971, en la Capital Federal. Presidido por Tosco, Scipione, Sacierán, Alberto Cortes, entre otros, y con la presencia de 500 delegados de sindicatos, nucleamientos, agrupaciones y Comisiones Internas de Capital, GBA, Rosario, Córdoba, Santa Fe y La Plata, anunciaron un plan de acción y emitieron un documento donde criticaron al gobierno y reafirmaron sus reclamos10.
Después de su fundación y estos primeros avances, el MNI sufriría un golpe en abril de 1971, al producirse la detención de Tosco, tras el “viborazo” (marzo de 1971); esta situación se prolongaría hasta septiembre de 1972, cuando fue liberado después de un año y medio de prisión, en las cárceles de Devoto y Rawson. Desde la primera de ellas, sin embargo, no dejaría de expresar su oposición al gobierno y a la CGT nacional (conjuntamente con Raimundo Ongaro, detenido en la misma celda). En una de aquellas oportunidades, hacia finales de 1971 la CGT de Córdoba dio a conocer una declaración de Ongaro y Tosco, en respuesta a dichos de Rucci, que había afirmado que la prisión de aquellos estaba acordada con el gobierno para que desde la cárcel lo desprestigien.
En medio de la detención de Tosco, el MNI tardaría un año en realizar un nuevo plenario, el cuarto, el 5 de febrero de 1972. En el mismo resolvieron reclamar cinco puntos: 1) la libertad de Tosco y todos los detenidos, la derogación de la legislación represiva, la disolución de las organizaciones paramilitares, cese de intervenciones sindicales e injerencia estatal en los gremios; 2) aumento masivo de emergencia, paritarias y vigencia de la 14250; 3) fin de aumentos de precios y control de los mismos, cese de despidos y subsidio para desocupados; 4) que el CCC del 10 de febrero no se postergue y resuelva un Plan de Lucha y conforme un Comité de Lucha que reúna a las tendencias combativas; 5) impulsar actos de protesta en todo el país junto a todas las organizaciones populares, contra la dictadura y su plan político continuista11. Entre las organizaciones populares con las que iniciar gestiones, estaban la CGT Córdoba, la CGTA y las 62 combativas, entre otros12.
La referencia al Comité Central Confederal (CCC) del 10 de febrero era porque la CGT, después de reuniones negativas con el gobierno en demanda del fin de los aumentos precios y tarifas, contra los aumentos salariales fijados por decreto y por la vigencia de las paritarias, había tardado en fijar la fecha del Confederal, donde se resolvió finalmente por un paro de 48 horas entre el 29 de febrero y el 1 de marzo13. Ante el éxito del paro realizado por la CGT, el MNI volvería con su propuesta de paros activos y con la crítica a la central, en tanto desde la misma se frenaba el reclamo de las bases en pos de paros activos; criticaban los mecanismos como la prórroga de las reuniones del CCC, instancia resolutoria del carácter de los paros, siempre en virtud de las directivas del “jefe político” de los participacionistas; afirmaron que todo se resolvía en reuniones partidarias, dejando al margen a los “organismos regulares del movimiento obrero”. Así, llamaban a luchar en las comisiones internas y en las agrupaciones, sindicatos y regionales, y cambiar la conducción de la CGT, y realizar una “marcha del hambre” en la Plaza de Mayo el 14 de abril de 197214.
Poco después, en la declaración “CGT atacada por Colaboracionismo y Gobierno”, negaron la validez del Congreso de la CGT en que Rucci fue reelecto (julio de 1972) y repitieron el llamado a luchar desde las bases, en tanto desde la cárcel y con varios habeas corpus negados, Tosco adjudicaba la claudicación de la CGT en una negociación para mantener las personerías suspendidas por el gobierno militar15.
El 25 de julio el MNI realizó una reunión en Córdoba, donde resolvieron un plan de movilizaciones y plenario abierto en Capital Federal, para resolver realizar un paro activo y la marcha contra el hambre, en pos de sus demandas16. Poco después Tosco fue liberado; a su salida de prisión, fue recibido con una carta pública de Rucci, “Carta abierta de José Rucci a Agustín Tosco” del 28 de septiembre de 1972, que fue respondida el 5 de octubre con “Reconocimiento a la Solidaridad Popular (respuesta a Rucci)”. En ellas sostenían sus conocidas divergencias, y poco después lo hicieron en el vivo de un debate televisivo, en febrero de 1973.
A su salida de prisión, la figura de Tosco lograba realzar una magra representación sindical nacional del MNI17; por su enfrentamiento con Rucci atraía a quienes lo postulaban como candidato por la Unión Cívica Radical, y se cifraba en su carisma la posibilidad de unificar el MNI con el peronismo combativo (que no salía del peronismo) y el clasismo (que lo acusaban de reformista)18.
El MNI por aquella fecha daba a conocer 14 demandas (además de las conocidas, otras como el apoyo a trabajadores agrarios, contra el FMI, el BID y el BM, y por la auténtica democracia sindical) y en conmemoración de los cuatro años del Cordobazo, la IV Conferencia Nacional “29 de mayo heroico”, realizado el 19 y 20 de mayo, con la participación de 556 delegados, 24 comisiones internas y 90 agrupaciones, donde partían del reconocimiento de que sesionaban en “un momento excepcional para la vida del país”, por el retorno a la democracia y la asunción de un gobierno que prometía solucionar los problemas del pueblo; después de un repaso por los últimos siete años de gobierno militar, mencionaban los “cambios de fondo” que el país necesitaba, especialmente los trabajadores, y rechazaron todo proyecto de “tregua política y social” que no se asiente sobre la previa solución de los problemas del pueblo, y el “acuerdo conciliador” entre la CGT y la CGE, cuando la central obrera debería ser combativa y estar dispuesta a encarar la liberación19. La oposición al “pacto social” ocuparía buena parte del resto del año, conjuntamente con el rechazo de las reformas a la Ley de Asociaciones Profesionales y la pelea que enfrentó a la seccional cordobesa de Luz y Fuerza con la Federación. Estas tres cuestiones podían resumir, para el nuevo sindicalismo no peronista, las peores características de la corriente tradicional y mayoritaria del sindicalismo argentino, que sin embargo también encaraba la nueva etapa democrática con más dudas que certezas.
REGIONALES DE LA CGT
Al margen de las tres corrientes más importantes herederas de la CGTA (CGTA, MNI, 62 Combativas) durante aquella experiencia fueron fortalecidas las regionales de la central obrera en todo el país. Particularmente en Córdoba, Rosario, Tucumán, Salta, y algunas del Gran Buenos Aires, las regionales adquirieron entre fines de los sesenta y los primeros setentas una participación en la rebeldía obrera que no habían tenido antes; hasta 1968 se habían apegado al marco de acción restringido que les daba el estatuto de la CGT (tratar sólo cuestiones de su región de influencia y los casos mayores proponerlos en los CCC) y antes de la CGTA poco se habían salido de ello.
Desde la división de la CGT en 1968 y la opción en todas las regionales por una u otra central, quienes acompañaron a la CGTA acompañaron también la lucha global contra la dictadura militar. Después de los estallidos de Rosario y Córdoba en 1969, fueron las propias regionales las que se colocaron a la vanguardia de la unidad de la CGT, desde una preeminencia de la opción combativa, pero manteniendo en su interior la disputa entre quienes habían apoyado a la CGTA, o la otra central. Así, en Rosario, la regional compuesta parejamente por ambos sectores tuvo varias marchas y contramarchas en su proceso de normalización durante 1970 (algo que también ocurrió en Tucumán y otras regionales). Córdoba, en cambio, a pesar de las diferencias entre los sectores internos logró imponer tempranamente una conducción que buscó mantener las luchas que desde 1969 la habían colocado al frente de la protesta, y que en 1970 la enfrentaban a la conducción de la CGT nacional, a la que tildaban de negociadora y claudicante.
Aquellas experiencias de las regionales durante la existencia de la CGTA, llevaron a que durante el declive de la central combativa comenzaran a escucharse versiones acerca de la creación de una “CGT del Interior”, que englobara a las regionales que quisieran evitar ver frenada su acción combativa por la CGT nacional. Esta posibilidad (que sumada a la participación de ex militantes de la CGTA en la misma, podría haber conformado “una forma más realista y más organizada de la CGT de Paseo Colón”, que nuclee a los “sectores belicosos”20), encontró dificultades prontamente, en tanto un paro dispuesto por las regionales para fines de octubre de 1969 (semanas después del paro levantado por la CGT Azopardo), sólo fue cumplido totalmente en Córdoba, mientras que tuvo adhesiones menores en Tucumán, Santa Fe, La Plata, Salta y Mendoza (en Corrientes, Rosario, Capital y Gran Buenos Aires fue casi nulo). Para quienes programaron el paro, planeado como primera acción en el camino de la CGT del Interior, el resultado mostraba la inmadurez del proyecto, no obstante lo cual continuaron realizando plenarios de regionales durante 1970, para buscar concertar acciones comunes y dar a conocer al país sus posiciones (Dawyd 2011).
A comienzos de enero de 1971 la CGT Córdoba comenzó una semana de lucha por convenios, liberación de presos, inflación y paritarias, que llevaron a realizar un paro el 29 y convocar otro para el 3 de marzo (a pesar de la protesta se mantenían las diferencias con Sitrac-Sitram, que criticaba a la regional por falta de combatividad). Dos días antes del paro se produjo la designación como gobernador de Córdoba del Dr. José Camilo Uriburu. El paro del 3 de marzo fue total y sin mayores incidentes, y se le añadió el rechazo al gobernador, designado de manera “unitaria” por el gobierno central. Cuatro días después del paro Levingston declaró que los aumentos salariales no serían de más del 19%, lo que avivó las protestas porque el aumento no satisfacía las demandas populares. En ese contexto Uriburu declaró que tendría el honor de Dios de cortar de un tajo la serpiente y luchar contra el trapo rojo contrarrevolucionario que tenía sede en Córdoba, aunque después, en audiencia con exlegisladores peronistas, aclaró que la serpiente no eran los sindicatos, ya que estos eran el saldo más positivo que el peronismo dejó al país. La CGT Córdoba criticó nuevamente al gobernador y resolvió un paro de cuatro horas para el 12, con ocupaciones de fábricas en apoyo a obreros en conflicto y en repudio al discurso del gobernador (Sitrac-Sitram había propuesto paro de 14 horas). La protesta fue conocida como “Viborazo”, tuvo el saldo de un muerto, dos heridos, más de 100 fábricas tomadas, barrios ocupados, extensión de las protestas de la regional hasta el 15 de marzo y la crítica a la “pasividad cómplice” de CGT nacional, que no llamó a un paro nacional de apoyo. El 16 de marzo renunció el gobernador Uriburu y el gobierno nacional anunció medidas legales y de seguridad para erradicar la subversión, entre ellas intervención de 5 sindicatos: Sitrac, Sitram, empleados de Córdoba, empleados de la Universidad Córdoba y madereros.
Después del viborazo se formaron dos posiciones en el sindicalismo cordobés, quienes querían continuar las medidas de fuerza (Sitrac, Sitram, LyF y empleados públicos) y los que proponían adoptar una posición expectante mediante la disolución del “comando de lucha” de la regional (liderados por los mecánicos, englobaba a las 62 cordobesas). En el plenario del 31 de marzo se impuso la posición conciliadora, se pasó a cuarto intermedio para posteriormente elegir nuevo secretariado y medidas de fuerza (Sitrac y Sitram, resolvieron llevar a cabo individualmente la medida de fuerza -el paro del 2 de abril-, apoyados por LyF, IKA Renault y los metalúrgicos cordobeses, que se retiraron de las 62 locales). Posteriormente el plenario de la CGT Córdoba resolvió realizar un paro el 15 de abril, con abandono de tareas y movilizaciones, pero la reunión previa, del día 12, donde iban a decidir las nuevas autoridades regionales se frustró: los ortodoxos querían una regional enteramente peronista, sin Tosco, mientras que los legalistas preferían mantener los 3 cargos (sobre 9) que tradicionalmente tenía el sector independiente de Tosco. Un día después hubo acuerdo y Tosco pudo ser el secretario adjunto de la regional que conduciría Atilio López (tranviarios). El paro, dos días después, tuvo total acatamiento, pero no se produjeron manifestaciones. Un día después una ley del gobierno militar dejó sin efecto las intervenciones sindicales, decretadas semanas antes21.
Cuando a fines de junio se realizó un nuevo paro en Córdoba, la alineación de los sectores era más clara. Por un lado el SMATA (en donde ya había renunciado Torres) y otros dialoguistas, de otro lado LyF y UTA, y en tercer lugar Sitrac-Sitram. En un plenario posterior resolvieron realizar un paro el 22 de octubre y un plan de acción para el 26, 27 y 28. A pesar de las protestas de Sitrac-Sitram y Obras Sanitarias porque se desconocían problemas obreros no tratados, el paro se cumplió en forma total. Poco después el gobierno canceló personerías de Sitrac y Sitram, la policía ocupó sus locales y fueron bloqueados sus fondos bancarios22. A pesar de los reclamos de la CGT Córdoba a la CGT nacional para tratar las persecuciones a gremios (acompañados por la CGTA y el peronismo combativo), el avance represivo no pudo ser evitado. Después de un nuevo paro masivo en la provincia, la regional de la CGT declaró que existía un “plan gubernamental contra el movimiento obrero de Córdoba destinado a aplastar la resistencia de un pueblo que se enorgullece en constituir la vanguardia activa de la conciencia nacional liberadora y revolucionaria”23, que podía ver reflejada alguna de sus luchas en los paros que también se realizaban en las regionales de Tucumán, Santa Fe y otras provincias, y que desde 1972 serían acompañadas por varias regionales más, como el que en enero de 1972 se decidió en el plenario de la regional Mar del Plata.
Tal la combatividad de Córdoba, y otras regionales, que en noviembre de 1971 plantearon la necesidad de erigirse en alternativa a la CGT nacional, planteando un “socialismo antiimperialista y popular”. En un planteo que rescataba que en Córdoba se había producido el primer paro contra la Revolución Libertadora, en julio de 1956, que inauguró una combatividad que llegaba al Cordobazo, pero que en la fecha debía alejarse de los errores tanto de quienes veían a los sindicatos sólo para la reivindicación salarial (empleados públicos de Córdoba), como quienes confundían el sindicato con una organización revolucionaria (Sitrac y Sitram)24.
En febrero de 1972 la CGT nacional realizó una reunión del CCC donde decidió un paro por 48 horas; después de la misma, se produjo la habitual reunión de regionales, y en aquella oportunidad se realizaron críticas a la conducción de la central y el reclamo de más participación en las deliberaciones y en las decisiones del CCC. En el marco de una nueva pueblada (a comienzos de abril, en Mendoza, en protesta por aumentos de tarifas eléctricas) la CGT emitió un comunicado firmado por Rucci, crítico respecto de los sucesos represivos del mendozazo, respondido por el ministro de trabajo con una solicitud de rectificación. El 5 de abril la CGT publicó la solicitada “He aquí la respuesta y nuestras responsabilidades frente al país” donde reseñaban las demandas que desde hace casi dos años le hacían al gobierno, y se solidarizaban con los trabajadores en lucha25.
Sin esperar si la solidaridad de la CGT se transformaba en efectiva, las regionales profundizaban cada día más su creciente actividad. Mientras en Córdoba eran reelectos Atilio López y Agustín Tosco, en las regionales de Tucumán, La Plata, Mendoza, San Luis, Misiones, Santa Fe y Rosario, se generalizaban las expresiones en favor de extender las luchas, y en algunos casos (Rosario, Pergamino, San Luis) en coincidencia con otros sectores de la comunidad que acompañaban los reclamos26. Mientras en Córdoba se disponían a realizar paros por la conmemoración del Cordobazo, conflictos puntuales en varias zonas del país activaban la lucha de las respectivas regionales (Neuquén, Bahía Blanca, Formosa, Santa Cruz, Paraná); los reclamos iban desde la oposición al aumento de tarifas de servicios y la inflación, el apoyo a sectores productivos en conflicto, y contra la desocupación, hasta la oposición al ilegítimo gobierno militar; con medidas desde el estado de alerta y declaraciones, hasta la realización de paros y movilizaciones27.
En Córdoba, el impacto de la masacre de Trelew añadiría otro elemento de lucha, porque Agustín Tosco estaba detenido en Rawson (cárcel de donde se produjo la fuga), y la regional se movilizó desde la primera noticia de la fuga del día 15, a la masacre del 22 de agosto de 197228. Rápidamente Atilio López dio a conocer una declaración donde la CGT de Córdoba responsabilizaba al gobierno militar por lo que pudiera suceder con “la integridad física de los presos” y que responderían si no se respetaban las garantías de los detenidos; el 23 realizó un paro de 2 horas, y un día después el local de la CGT fue clausurado (recién devuelto el 19 de septiembre), hubo detenidos y la orden de captura para el secretariado (por incitación a la rebelión), lo que no impidió un nuevo paro el 25 y otros conflictos, incluido contra la CGT nacional a la que desautorizó de realizar gestiones en su nombre. La CGT central rechazó a la regional y le recordó que “la CGT de Córdoba no tiene autonomía propia ni es otra central obrera”, sino que “su dependencia está ligada a la conducción nacional”, que Rucci no dejaba de ligar al peronismo29. Esta posición de la CGT central sobre las regionales fue ratificada en el Plenario de Delegaciones Regionales de la CGT, el 28 de agosto de 1972, donde recordaron que “la lucha de los trabajadores solo es posible y eficaz dentro de un marco de absoluta disciplina y organización en torno a sus legítimas estructuras orgánicas”, sin interferencias foráneas, y ratificaron que las regionales aprueban la dirección nacional de la CGT30.
La persistencia de los conflictos laborales en la provincia de Córdoba (sumado a los reclamos por los detenidos y los buscados) llevaría a que la regional realizara un paro el 27 de diciembre (por las paritarias, libertad de detenidos y cese de pedidos de captura31), otro el 30 de enero de 1973, y se pusiera en estado de alerta en el mes de abril. En Tucumán también se realizó un paró el 26 de enero, y otro el 2 de febrero, masivos y con detenciones, y en el marco de ellos comenzaron a manifestarse divisiones en la regional. Estas diferentes posturas, conflictos y divisiones internas en las regionales se extenderían en la mayoría de ellas desde mediados de 1973. El fin del gobierno militar cambiaba el escenario político y en las regionales de la CGT comenzarían los problemas por apoyar o no a la conducción nacional de la CGT y las 62 Organizaciones; al mismo tiempo la CGT comenzaba una búsqueda de reorganización de las regionales para imponer la conducción central, en un marco más amplio del regreso de Perón y un gobierno peronista, y la necesidad de que este se desenvuelva con menos oposiciones sindicales. Para ello, entre otras medidas, era necesaria la recuperación de la autoridad dentro de la propia CGT, para poder aspirar, desde la unidad y la verticalidad, a obtener la presencia obrera en el gobierno democrático, que ya desde antes de la asunción de Cámpora veían retaceada.
CLASISMO
Las luchas regionales desenvueltas hasta 1973 pueden comprenderse, además de los motivos específicos de determinadas actividades, como fenómenos de rechazo a la conducción central que desde Buenos Aires pretendía que las demandas sindicales se manifestaran por los caminos institucionales, verticalistas. En parte ese fue el marco de la experiencia clasista, específicamente la de los sindicatos Sitrac-Sitram de la provincia de Córdoba, entre 1970 y 197132.
Entre marzo y julio de 1970 una nueva conducción ganó las elecciones en el Sindicato de Trabajadores de Concord (Sitrac) y el Sindicato de Trabajadores de Materfer (Sitram), dos sindicatos “de empresa” de la automotriz FIAT. La nueva dirigencia encabezó el conflicto por la renovación del convenio, realizó asambleas, venció a la conducción establecida y, para no definirse partidariamente, dijeron somos “clasistas”33. Entre las principales acciones de aquellos sindicatos estuvieron la toma de fábrica de enero de 1971, ante el despido de siete delegados, la participación en las movilizaciones conocidas como “ferreyrazo” y “viborazo”, el Plenario de Gremios Combativos en conmemoración de los dos años del Cordobazo, pero “tras dedicarse durante todo el año a las negociaciones salariales y conseguir un convenio por debajo de sus expectativas, en la mañana del 26 de octubre de 1971 llegó el desenlace final de la experiencia clasista cuando las fábricas fueron ocupadas por el Ejército” y los sindicatos intervenidos (Gordillo 2012: 174-175).
De acuerdo con James, una característica de la militancia radicalizada que tenía epicentro en Córdoba (que además del clasismo debía incluir a Tosco y el peronismo combativo de López) fue la apelación a la acción directa, los “paros directos”, ocupaciones de fábrica y toma de rehenes, medidas que buscaban superar la apatía y llevar el conflicto laboral a las calles, a la comunidad (James 1999: 303). Aquella militancia de base había crecido contra los planes de racionalización del trabajo implementados por Krieger Vasena durante el onganiato (calidad del trabajo, productividad y prerrogativas de la empresa para decidir la producción); una vez con el control de los gremios, los militantes enfrentaron a las empresas en estos problemas laborales, que asociados a demandas de democracia interna, hicieron a las características novedosas de aquella corriente, que buscó encuadrar la protesta en términos de “clasismo”, que implicaba al movimiento obrero en construcción del socialismo (James, 1999: 305-6). Desde Sitrac-Sitram se participaría de la posición combativa de la regional cordobesa, siempre buscando (en minoría) la radicalización de las medidas de fuerza, donde nunca faltaron los cruces con los dirigentes de la regional, Tosco incluido.
La búsqueda de extender la posición fue intentada al proponerse una reunión general del sindicalismo combativo y clasista. La misma, organizada para agosto de 1971 por el sindicato de farmacia en la Federación de Box de la ciudad de Buenos Aires, iba a contar con representantes de gráficos, electricidad de Córdoba, Sitrac, Sitram, entre otros, en reclamo por la libertad de los presos, por la unidad de los combativos, la definitiva liberación del pueblo, e intransigencia frente al golpismo y la trampa electoral. Por negación del permiso policial no se realizó, pero un mes después se concretó un “Congreso Nacional de gremios combativos y agrupaciones clasistas” en Córdoba, organizado por Sitrac-Sitram. A este, sin embargo, no fueron LyF de Córdoba, ni comercio ni empleados públicos de la provincia, aunque sí asistieron delegados de fábricas de la provincia y ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Tucumán, Salta y representantes de la CGTA. Aprobaron una jornada nacional de lucha que fundamentalmente cumplió Sitrac-Sitram.
Como quedó dicho en el apartado de las Regionales, el 25 de octubre de 1971 el Gobierno militar canceló personerías de Sitrac-Sitram, la policía ocupó sus locales, fueron bloqueados sus fondos bancarios y se produjeron problemas entre trabajadores de las plantas de FIAT. La intervención impidió la extensión de aquella experiencia34. Siguiendo a James, la debilidad fundamental del clasismo fue su proyecto político, las amplias ambiciones que no fueron del todo compartidas por las bases, más abocadas al apoyo de una conducción honesta (y demandas reales en el lugar de trabajo) que a la construcción de una sociedad socialista35. Las bases se mantuvieron mayoritariamente leales al peronismo y el apoyo a los nuevos dirigentes no fue tanto por identificación política y apoyo a su ideología sino por una lealtad hacia dirigentes combativos y honestos. Esta diferencia se tornó evidente cuando asume Lanusse y prepara el camino al retorno de la actividad política. La posibilidad del retorno de la política y el propio Perón mostró el límite de la radicalización política de aquellas bases (James 1999: 308). Como irónico corolario, a pesar de que las bases de Sitrac y Sitram se habían afiliado a SMATA (tras las intervenciones de 1971), el sindicato que obtuvo del gobierno militar la representación oficial fueron los metalúrgicos, a fines de diciembre de 197237. La experiencia clasista buscaría reanimarse a mediados de 1973 (después de algunas autocríticas36), ya en el contexto democrático, en un nuevo intento de formación de un Movimiento Nacional Clasista, que comenzaría pronunciándose contra la intervención en las regionales y contra la “burocracia sindical”.
CONCLUSIONES
La reconstrucción de estos tres agrupamientos del sindicalismo opositor no peronista nos permite indagar en aquellos vaivenes organizativos-institucionales como parte de una transformación o emergencia de identidades político-sindicales combativas o revolucionarias. Según dijimos en la introducción ello debería hacerse teniendo en cuenta los antecedentes de este sindicalismo, así como su enfrentamiento a la dictadura y a la CGT dirigida por Rucci; ello nos permite trazar la frontera que separaba a quienes quedaban dentro y fuera de las organizaciones, reconstruir los liderazgos y el lugar tradicional de las organizaciones al interior de las identidades (Ostiguy 1997, Aboy Carlés 2001 y 2010). Debemos destacar primero algunos elementos.
En primer lugar creemos importante señalar que todos los opositores (MNI, clasismo, regionales, CGTA, 62 combativas) compartieron una mayoría de demandas comunes que los reunía en una tendencia combativa38, pero que no alcanzó para conformar una organización común entre todos ellos, en parte también por la falta de una representación o liderazgo que articulara todas las tendencias. Ello es notorio en comparación con la CGT, donde todos los nucleamientos (62 Organizaciones, Los 8, la Nueva Corriente de Opinión y los No Alineados) mantuvieron la unidad en la central encabezada por Rucci39. Finalmente, entre los combativos habían diferentes visiones de la CGT y su relación con el gobierno militar, y con la estrategia peronista para el regreso de Perón al país, dado que si los clasistas la rechazaban como un todo, el MNI criticaba la utilización de la central sindical dentro de una estrategia política (el regreso de Perón, en una extraña coincidencia con el gobierno de Lanusse que criticaba a la CGT por lo mismo). La dificultad en la construcción de una alternativa de parte de estos actores, debe buscarse entonces en que, además de las intervenciones sindicales y persecuciones represivas desde 1968, no pudo sobreponer diferencias internas entre las experiencias opositoras para la construcción de una alternativa sindical nacional a la CGT.
En segundo lugar queremos destacar que todos estos sectores del sindicalismo opositor conformaron el campo argentino del “nuevo sindicalismo”, mediante la transformación o emergencia de identidades políticos sindicales en un contexto nacional e internacional de rebeldía. Entre algunos aspectos del nuevo sindicalismo argentino podemos señalar, en primer lugar, y en comparación con el caso brasilero, que la presencia de una identidad política como el peronismo y su gravitación fundamental en la política argentina, no facilitó el contexto para que se diera, como en Brasil, la formación de la CUT (y el PT), lo que marcó una diferencia clave con el novo sindicalismo (Dawyd 2013). Asimismo, todo el arco del nuevo sindicalismo argentino se componía de sectores muy heterogéneos, desde agrupaciones sindicales en industrias dinámicas y de capitales transnacionalizados, hasta sindicatos y liderazgos en actividades tradicionales, tanto obreros como empleados, estatales o privados. A diferencia del caso brasilero, donde el novo sindicalismo fue un fenómeno hegemonizado por los trabajadores metalúrgicos, en Argentina aquel sindicato (y los mecánicos, que en Brasil comparten el mismo gremio) expresaba la corriente tradicional del sindicalismo peronista y estaba al frente de la CGT y las 62 Organizaciones.
Finalmente, podemos comprender estas diversas experiencias del sindicalismo opositor en los términos de la relación entre instituciones e identidades combativas, en tanto si bien estaba trazada su frontera con la CGT (aunque con diferencias con los combativos peronistas en torno al rol de Perón, y entre sectores de izquierda tradicionales y los más radicalizados), diferencias en los liderazgos, y el lugar tradicional alcanzado por organizaciones al interior de aquellas nuevas identidades, dificultaron la articulación de una organización de todos los opositores. Hubo varias experiencias de nuevo sindicalismo, pero no un nuevo sindicalismo, que incluyera la articulación en una institución, como para el sindicalismo tradicional peronista era la CGT. Aquellas experiencias continuarían en el contexto democrático posterior a 1973, en búsqueda de satisfacer las demandas acumuladas tras los siete años de dictadura militar y de profundizar un discurso que sostenía que ellos representaban mejor a los trabajadores que las autoridades que Perón respaldaba en la CGT. Si a nivel sindical cada tendencia podía sostener que sus bases los apoyaban en sus lugares de trabajo, en los años siguientes el desafío sería articular con los otros combativos y extender esas experiencias al campo político, donde esas bases seguían identificándose con el peronismo.
1. “Es posible verlo (al “nuevo sindicalismo”) como parte de un fenómeno mayor: el que algunos observadores han denominado ‘nuevos movimientos sociales’. Los años setenta fueron un período de coincidencia entre, por un lado, luchas específicamente laborales y, por otro lado, movimientos sociales urbanos y más amplios” (Roxborough 1997: 176, paréntesis míos).
2. En un artículo precedente analizamos los sindicatos peronistas que después de haber formado parte de la CGTA entre 1968 y 1970, siguieron otros caminos, siempre en el marco combativo, entre 1970 y 1973 (Dawyd, 2014).
3. Su llegada a la secretaría general de la CGT estuvo marcada, desde la primera mención de su nombre, por la oposición del arco sindical más cercano al gobierno militar; su presencia suponía la vuelta de Las 62 a la dirección de la CGT, pero especialmente colocar al frente de la misma a una figura que no vacilaría en su lealtad a Perón, lo cual despertó los resquemores del sindicalismo participacionista que se había distanciado de aquél y forjado una cercanía durante casi cuatro años con la dictadura (Dawyd, 2011).
4. Acerca de los sindicatos, agrupaciones de base, políticas, estudiantiles, profesionales y sacerdotes del Tercer Mundo que continuaron como CGTA hasta 1973, y las formas en que buscaron sostener la lucha contra la dictadura, véase Dawyd (2014b).
5. Tras el Congreso de la CGT que eligió a Rucci, el MUCS había llamado tempranamente a la realización de un Plenario Nacional Sindical y la formación de una Comisión Nacional Intersindical que asumiera la verdadera conducción del movimiento obrero (La Razón, lunes 6 de julio de 1970, p. 4). El Sindicato Único de la Publicidad (SUP), después de haber integrado la CGTA, y de participar de esta primera etapa del MNI, volvería a las 62 Organizaciones, en diciembre de 1971 (La Opinión, 3 de enero de 1972).
6. Según Alfredo Lettis “El primer paso estuvo dado por la entonces llamada Comisión Nacional Intersindical, tendiente a canalizar las inquietudes de organizaciones que habían pertenecido a la CGT de los Argentinos, y que fueron separadas de la misma sin que hasta el momento conozcamos cuál fue el motivo. El compañero Eduardo Arrausi, del gremio de viajantes, tomó la iniciativa de convocar a un encuentro de quienes entendíamos que era necesario retomar las banderas de la CGT de los Argentinos, pero permitiendo la libre expresión de todas las corrientes del movimiento obrero, algo que ya no existía en aquella organización, dirigida hacia un solo sector político, el peronismo” (La Opinión, miércoles 2 de febrero de 1972, p. 12).
7. Convocaron a: “a) Continuidad y unidad en la lucha por las reivindicaciones fundamentales de la clase obrera. Solidaridad activa con los trabajadores y gremios en conflicto. b) el rechazo a toda tentativa de domesticación del movimiento obrero. c) libertad de todos los presos políticos y sociales y la derogación dela legislación represiva. d) la defensa del patrimonio nacional y la vigencia de la voluntad soberana del pueblo” (DIL, Informe Nº 128, octubre de 1970).
8. A los organizadores citados anteriormente sumaron a Antonio Alac de trabajadores de El Chocón, Antonio del Río de Resistencia Ferroviaria, Salvador Morales de jaboneros de Avellaneda, Walter Pereira de Fósforo, Alberto Sorbellini de Sanidad de Santa Fe, E. Curcovich de rurales y estibadores, y José López de circulación aérea (DIL, Informe Nº 128, octubre de 1970).
9. DIL, Informe Nº 130, diciembre de 1970.
10. Critica al programa y política económica del gobierno, repudio al participacionismo que se reúne con el gobierno, tomar el ejemplo de unidad y lucha de los trabajadores cordobeses, denunciar la creación de un partido oficial, anulación del estatuto de la Revolución Argentina, levantamiento del estado de sitio y fin de la legislación represiva, libertad de presos gremiales, estudiantiles y políticos, solidaridad con gremios en conflictos, fin de intervenciones sindicales, convocatoria al Comité Central Confederal, fin de topes salariales y aumentos masivos, e impulsar un paro general en febrero (DIL, Informe Nº 133, marzo de 1971).
11. DIL, Informe Nº 144, febrero de 1972.
12. La Opinión, martes 8 de febrero de 1972, p. 12.
13. En el CCC se manifestaron tres posiciones: (1) El Consejo Directivo propuso un paro de 48 horas entre el 29 de febrero y el 1 de marzo, movilizar al movimiento obrero en asambleas, declarar al CCC en sesión permanente, etc. (2) Los 8 y los Combativos propusieron un programa de esclarecimiento, asambleas, paros escalonados y zonales (es decir, un programa de movilización de más largo plazo del 11 de febrero a fines de marzo, y activo). (3) Obreros y Empleados del Fósforo propusieron asambleas en todos los gremios desde el 1 de marzo y el 9 de marzo de 10 horas, paro con movilización, y convocatoria a todos los sectores del país. La reunión de regionales posterior al CCC aprobó el paro de 48 horas, criticó a la conducción de la central y dijo que las regionales deberían tener más participación en las decisiones.
14. DIL, Informe Nº 145, marzo de 1972.
15. El gobierno militar había suspendido la personería de la CGT porque desnaturalizaba los fines propios de la organización obrera; también había dictado un decreto con normas para el manejo de fondos sindicales y el congelamiento de las cuentas sindicales, Así, nuevamente el gobierno militar se contrariaba por declaraciones de “contenido político partidista” que realizaba Rucci, es decir, de contenido peronista, y por haber dicho que si no había elecciones limpias el pueblo iría por la salida revolucionaria (La Opinión, miércoles 26 de julio de 1972).
16. aumento de emergencia para pasivos, convocatoria a paritarias y salario mínimo, contra aumento del costo de vida, libertad de presos y anulación de leyes represivas, medidas contra la desocupación y en defensa de industrias locales y rechazo del intento continuista mediante la proscriptiva salida electoral (DIL, Informe Nº 150, agosto de 1972).
17. Del MNI “su representatividad orgánica no alcanza a reunir fuerzas suficientes como para un programa de vasta movilización”, al contar con solo dos sindicatos nacionales (marina mercante y periodistas), la seccional cordobesa de electricistas y otras agrupaciones de base cercanas al MUCS y el ENA (La Opinión, 18 de agosto de 1972).
18. La Opinión, sábado 23 de septiembre de 1972 y domingo 24 de septiembre de 1972.
19. DIL, Informe Nº 160, junio de 1973.
20. La Nación, domingo 28 de septiembre de 1969, p. 12.
21. DIL, Informe Nº 134, abril de 1971 y Clarín, miércoles 7 de abril de 1971, p 15.
22. En una asamblea posterior el sector de Sitrac, Sitram, empleados públicos, Obras Sanitarias y Publicidad, tampoco podrían imponer la votación de un paro activo, frente a 28 votos del resto de los sindicatos que impusieron un plan de movilización, búsqueda de apoyos sociales y políticos, campaña publicitaria por los reclamos de la regional y exigencia a la CGT de un CCC (La Opinión, jueves 4 de noviembre de 1971, p. 19). Además de las intervenciones en Sitrac y Sitram, también estaban intervenidos los empleados públicos, y los primeros dos realizaron de todas formas paros parciales, y eran conducidos por una dirección “en la resistencia” (La Razón, 3 de noviembre de 1971).
23. DIL, Informe Nº 141-142, noviembre-diciembre de 1971.
24. La Opinión, miércoles 17 de noviembre de 1971, p. 9. Poco después Atilio López, secretario general de la CGT Córdoba, ratificó la búsqueda de “encabezar una tendencia combativa”, pero sin necesidad de crear un organismo paralelo al de la CGT nacional (La Opinión, jueves 2 de diciembre de 1971, p. 12).
25. También la CGT reclamó contra el congelamiento de los fondos sindicales y cuentas personales de los dirigentes por los días 5 y 6 de abril, por orden del CONASE (DIL, Informe Nº 146, abril de 1972).
26. En Rosario la CGT local propuso un frente con partidos políticos, empresarios, profesionales y universitarios, para demandar la salida política, por el salario y la industria nacional (La Opinión, martes 18 de abril de 1972, p. 11).
27. “Desde 1971, en interacción con el desarrollo de las contradicciones políticas -que incluyeron el breve retorno de Perón el 17 de noviembre de 1972-, se potencian las luchas populares colocando en 1972-1973 a la Argentina al borde de un estallido popular generalizado: Mendozazo, Rocazo, Cipolletti, Tucumanazo, Trelew, entre otros representan muestras de ello” (Nassif 2012, p. 3).
28. La masacre también impactó en la propia región donde se produjo. Entre el 10 y el 11 de octubre las fuerzas de ejército, la armada, gendarmería, la policía federal y la provincial de Chubut realizaron un “operativo antiguerrillero” en las ciudades de Rawson, Trelew, Puerto Madryn y aledañas, por el que detuvieron a 16 militantes políticos, sociales, abogados defensores de detenidos y trabajadores. El día 11 se conocieron las quejas de las organizaciones sociales involucradas, desmintiendo el carácter subversivo de los detenidos (que fueron trasladados a la cárcel de Devoto en la ciudad de Buenos Aires) y condenando el operativo realizado. Dos días después se realizó un paro total de actividades dispuesto por varias organizaciones, entre ellas la Cámara de Comercio, la Cámara de la Construcción, Asociación de Propietarios, y los sindicatos de la región, sin el apoyo de la Regional de la CGT (alineada con la conducción de Rucci). El 16 de octubre fueron liberados 10 presos, y el 20 realizaron un nuevo paro por la situación de los que aún los estaban.
29. La Nación, 19 al 29 de agosto de 1972.
30. Declaración completa del Plenario en la solicitada en Crónica, miércoles 30 de agosto de 1972.
31. El paro se cumplió con tranquilidad, bajo una fuerte movilización policial, y un acatamiento casi total (La Opinión, jueves 28 de diciembre de 1972).
32. La bibliografía sobre el clasismo es por lejos la mayor que existe sobre los nucleamientos sindicales de este trabajo. Para no ahondar en ella remitimos a Fernández (1986) para una análisis del sector en paralelo a las tendencias sindicales negociadoras, participacionistas y confrontacionistas, y a un apartado del trabajo de Schneider (2005, p. 330-340) donde repasa una serie de conflictos de fábrica vinculados con este sector y algunas características descriptivas del mismo.
33. “Hasta la experiencia iniciada con la asamblea del 23 de marzo de 1970, el Sindicato de Trabajadores de Concord (SITRAC) y el Sindicato de Trabajadores de Materfer (SITRAM) se habían mantenido aislados del movimiento obrero local e, incluso, no habían participado orgánicamente en el “Cordobazo” del 29 y 30 de mayo de 1969”. Después de ganar la elección del sindicato, “en un momento se le preguntó a uno de los dirigentes a qué corriente pertenecían (si eran marxistas, trotskistas, ‘chinos’, o de otras tendencias), a lo que respondió: nosotros no somos de ninguna corriente, somos clasistas’”. “Masera recuerda que ‘el sindicato se hizo clasista para no ser partidario. Es interesante señalar que la referencia al término clasista fue una respuesta casi natural, en el sentido que lo que aglutinaba a la mayoría de los militantes de SyS era un sentimiento de clase y no una ideología concreta” (Gordillo 2012:. 173-174).
34. “El fracaso experimentado por los militantes clasistas cuando quisieron formalizar esa unidad en el Plenario Nacional de Sindicatos Combativos, Grupos Clasistas y Obreros Revolucionarios, efectuado en agosto de 1971, como se reflejó también en la falta de respuesta ante la trituración de SITRAC-SITRAM en octubre del mismo año” (James 1999: 311).
35. Cabe aclarar que el “fracaso” del plenario de gremios combativos de agosto de 1971, no remite a que no se llevó a cabo, sino a la frustrada unidad de los combativos. Tras el mismo dieron una declaración en pos de una dirección independiente de la clase obrera, aprobaron como consigna “Ni golpe ni elección, revolución”, repudiaron el GAN, la hora del pueblo y el ENA. Sin embargo, tampoco pudieron lograr acuerdos para sostener al Sitrac-Sitram en el orden nacional y expandir la experiencia, y salieron a la superficie las tensiones entre, por un lado, los Peronistas de Base (ligados a FAP, montoneros y FAR) que concebían una “guerra larga” conducida por el pueblo peronista y, por otro lado, la izquierda que sostenía que la clase obrera comenzaba a adoptar ideas socialistas y alejarse del peronismo. (La Opinión, “El clasismo comparte los enemigos pero no puede unificar su acción”, martes 31 de agosto de 1971, p. 10).
36. Los alrededor de 7000 trabajadores de ambos sindicatos pasarían a engrosar las filas de la UOM Cordobesa, que conducida por Alejo Simó (alineado en las 62 ortodoxas cercanas a Rucci, y en la vereda opuesta de Atilio López, del sector verticalista), sólo tenía 500 afiliados, mientras que SMATA, las más numerosa, contaba con 10000 (La Opinión, 31 de diciembre de 1972, p. 11).
37. Entre las autocríticas, Carlos Masera (Sitrac) señaló la necesidad de “replantear toda una perspectiva en cuanto a que un sindicato clasista no puede ser un partido revolucionario, aunque puede ofrecer alternativas revolucionarias ante la falta de ese partido” (La Opinión, 16 de febrero de 1972).
38. Según resumía Lettis “enfrentamiento sin concesiones al imperialismo internacional del dinero, a la dictadura usurpadora y al participacionismo en el movimiento gremial” (La Opinión, miércoles 2 de febrero de 1972, p. 12).
39. Por sus diferencias internas, es difícil suscribir la “oficialidad” de la CGT de Rucci respecto del gobierno militar, como verla como un bloque homogéneo, en tanto en su interior se expresaban varias corrientes político sindicales (véase Dawyd, 2014). Los combativos, al no detenerse en las diferencias en la CGT, homologan a todos sus integrantes (de Rucci a Coria), tratados indiscriminadamente como “burócratas”. Incluso en algunos casos las diferencias entre sectores eran extramadas, como en el caso de los dirigentes de Sitrac y Sitram, para los cuales “Atilio López y Agustín Tosco eran asimilados a Rucci, Kloosterman y otros capitostes del sindicalismo gansteril. Todos los dirigentes sindicales eran considerados burócratas que desconocían la voluntad obrera […] El campo de las fuerzas opuestas a las poderosas burocracias nacionales estaba dividido y se empeñaba en una lucha que era exterior a la propia dinámica del proceso. El ‘clasismo’, en lugar de hacer propia la experiencia que se gestaba en otras instancias sindicales, se enfrentó a ellas pretendiendo destruirlas” (Pasado y Presente, nº 1, 1973, p. 26).
OBRAS CITADAS
1. Aboy Carlés, Gerardo. Las dos fronteras de la democracia argentina: La reformulación de las identidades políticas de Alfonsín a Menem, Rosario: Homo Sapiens. 2001.
2. Aboy Carlés, Gerardo. “Las dos caras de Jano: acerca de la compleja relación entre populismo e instituciones políticas”. Revista Pensamento Plural. Pelotas. Brasil. Nº 7, julio-diciembre de 2010.
3. Dawyd, Darío. Sindicatos y Política en la Argentina del Cordobazo. El peronismo entre la CGT de los Argentinos y la reorganización sindical (1968-1970), Buenos Aires: Pueblo Heredero, 2011.
4. Dawyd, Darío. “Oposiciones sociales a las dictaduras del cono sur. El ‘nuevo sindicalismo’ argentino y brasileño en los años setentas, entre la oposición sindical y la revolución”. Revista Historia Caribe, Universidad del Atlántico, Colombia. 2013.
5. Dawyd, Darío. “Corrientes y nucleamientos del sindicalismo opositor peronista. Entre la CGT de los Argentinos y el regreso de Perón, 1970-1973”. Revista Quinto Sol. Instituto de Estudios Sociohistóricos. UNLPam. Santa Rosa. La Pampa. Vol. 18, Nº 2, julio-diciembre 2014.
6. Dawyd, Darío. “La CGT de los Argentinos sin el Semanario. Entre las bases y el regreso de Perón (1970-1973)”. E-l@tina. Revista electrónica de estudios latinoamericanos. Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe-Facultad de Ciencias Sociales-Universidad de Buenos Aires. Buenos Aires. Argentina. Vol. 12. Nº 48. Julio-septiembre 2014b.
7. Fernández, Arturo. Ideologías de los grupos dirigentes sindicales (1966-1973) Buenos Aires: CEAL. 1986.
8. Gordillo, Mónica. “Protesta, rebelión y movilización: de la resistencia peronista a la lucha armada, 1955-1973”, en James, Daniel (dir.). Violencia, proscripción y autoritarismo (1955-1976). Buenos Aires: Sudamericana. 2003.
9. Gordillo, Mónica. “Los sindicatos de Fiat y la autonomía obrera (1970-1971)”. Revista PolHis. Año 5, Nº 10, 2012.
10. James, Daniel. Resistencia e integración. El peronismo y la clase trabajadora 1946-1976. Buenos Aires: Sudamericana. 1999.
11. Nassif, Silvia. “Conflictividad social en la provincia de Tucumán durante la ‘Revolución Argentina’. El ‘Quintazo’ o ‘segundo Tucumanazo' de 1972”. Revista Páginas. Revista digital de la escuela de historia. Rosario: UNR, Año 4, Nº 7. 2012.
12. Ostiguy, Pierre. “Peronismo y antiperonismo: Bases socioculturales de la identidad política en la Argentina”. Revista de Ciencias Sociales. Bernal: UNQui, septiembre de 1997.
13. Ostiguy, Pierre. “Antes y después del 25 de mayo. La ‘larga marcha’ al socialismo en la Argentina”. Revista Pasado y Presente. Nº 1. 1973.
14. Roxborough, Ian. “La clase trabajadora urbana y el movimiento obrero en América Latina desde 1930”. En Bethell, Leslie (ed) Historia de América Latina. Barcelona: Crítica. 1997.
15. Schneider, Alejando. Los compañeros. Trabajadores, izquierda y peronismo, 1955-1973, Buenos Aires: Imago Mundi. 2005.